lunes, 2 de febrero de 2015

Mi poesía de la paz

Si quieres tener la paz presente
lleva esto siempre en tu mente:

Si la quieres lleva hermandad
y trabaja en ti la fraternidad

No tengas miedo a la humanidad,
es bella te lo digo de verdad.

Decirte a ti esto me llena de felicidad
pues te doy estos consejos con humildad.

Si quieres tener la paz en tu corazón
empieza por echar una pizca de amor.

Con estos ingredientes llena tu caldero
y no me hagas ningún puchero.

¡Se me ha olvidado añade alegría!
Recuerdo aquel niño que tanto sonreía.

Si añades cariño
seguro que tendrás un gran amigo.

Ahora sopla bien fuerte
a ver si llega esto a tu mente:

Mucha solidaridad
te llena de felicidad.

Llega una blanca paloma
y tú ahora estás en Roma.

La paloma se para y te susurra:
"Ayuda a esa chica, se ha clavado una púa."

 La ayudas te sientes feliz
y esta bonita historia ha llegado a su fin.

No sé si te sirvió pero a mí
por supuesto que sí.

Esto, no es nada más
que la importante fórmula de la paz.

Con ella fuera de la guerra estarás
y como una paloma te sentirás.

Transmitirás paz
y de ella nunca te alejarás.





Blanca Ledesma Luque 6ºC

Caperucita roja la temible y el lobo no tan feroz

Caperucita se despertó.Por su cabeza rebelde pasó el pensamiento de todas las mañanas. Lo cumplió. Se levantó, cogió el martillo que había en su mesita de noche y de un golpe destrozó su cesta de picnic.

-¿Qué ha sido eso cariño mío?- Le preguntó su madre desde la cocina.

-Mamá, ha llegado un águila y ha roto mi cesta- sollozó falsamente Caperucita con su voz agudísima. 

-¿Otra vez? Estoy harta de ese rapaz. Lleva viniendo diez años a tu cuarto. No sé por donde entra si tu habitación no tiene ventanas.

La niña corrió a la cocina rápidamente pues no quería que su madre descubriese su secreto. Así que antes de que insinuase algo se limitó a decir:

-¿Y mi cesta?

-No tengo más cariño mío. Tiene que ser terrorífico aguantar a ese pajarraco todos los días. Bien, la abuelita, tiene muchas más cestas en su casita. Irás allí y ella te dará una. De paso puedes darle estas galletas y estas son para nuestro vecino el lobo no tan feroz.- Le dijo entregándole dos bolsitas de tela azul.

-Voy mamá- dijo la chica que solo accedía para que al día siguiente no le faltase entretenimiento al despertar.

Caperucita salió de casa y cuando comprobó que la mirada lejana de su madre no la vigilaba se comió las dos bolsas de galletas. Después quiso estropear el día de los animalillos del bosque y chilló (no cantó) una canción horrenda.

El cielo es rojo
la nube azul
y negro el sol

No puede conmigo 
ni el lobo feroz
y es que yo molo un montón-
Intimido hasta el mejor

El lobo no tan feroz no había dormido en toda la noche y los chillidos de la chica lo empeoraban todo. El lobo tenía un pelaje negro con el abdomen blanco y unas moradas ojeras debajo de los ojos.
Asustado, miró desde detrás de un arbusto para contemplar a la niña. Su capucha del color de la grana. No había duda, era Caperucita, Caperucita roja la temible. No llevaba cesta de picnic y por la dirección por la que iba se dirigía a casa de su abuela.

"Haré que coja el camino más largo y podré advertir a su abuela"

-¡Eh, tu chica! ¿Quieres llegar más rápido a casa de tu abuelita?

-Em... ¡Sí!

-Entonces ve por este camino.-Le señaló el lobo.

Caperucita tomó ese sendero y el lobo corrió hasta la casa de la anciana, nada más llegar le dijo:

-¡Rápido, escóndete, viene tu nieta!

A la señora se le cambió la cara al instante, ágilmente se cambió de ropa y se escondió en el armario. El animal ocupó su puesto en la cocina donde la abuelita estaba preparando una tarta de vainilla. La niña llegó muy pronto.

-¡Abuela, dame una cesta!- Chilló la niña.- Entonces se dio cuenta de que no era su abuela sino el lobo. Sacó su ballesta de la capucha y disparó al animal. Luego abrió el armario y allí vio a su abuela. La señora temerosa de que le hiciera alguna trastada su nieta le dio todas sus cestas y se fue a Nueva York con el lobo no tan feroz. Se mudó para estar a salvo de Caperucita y de su madre que la tenía como angelito.


Blanca Ledesma Luque 6ºC